martes, 20 de septiembre de 2011

El caballito de madera, de D. H. Lawrence





Es una familia de clase media, acomodada, es el padre, la madre, el hijo mayor, que es un niño llamado Paúl, y dos nenas. Una familia muy derrochadora de dinero, ¡eso sí!, sólo que un día se encuentran con que en la casa siempre hace falta más dinero. Se quejan siempre, sobre todo ella, la madre, y un buen día de esos, ocurre una extraña especie de milagro a la inversa, de las paredes de la casa, se empiezan a oír voces que dicen: “¡Hace falta más dinero!, ¡hace falta más dinero!, ¡hace falta más dinero!” Es como un susurro, los chicos las escuchan, nadie dice nada, ni lo dicen en voz alta, sólo lo comentan en susurros, pero el niño Paúl, él sufre mucho las voces, y se desespera porque quiere hallar una solución, entonces se va a su cuarto, donde tiene un caballito de madera y siempre lo monta (…tu, tu…tu, tu…tu, tu…tu, tu…) y le dice: “Llévame, llévame a donde está la suerte, te lo pido, te ordeno que me lleves a donde está la suerte, llévame a donde está la suerte, ¡que me lleves a donde está la suerte!”, le sale fuego por los ojos. Y el caballito seguía adelante y atrás, meciéndolo, bien obstinado y obsesionado (…tu, tu…tu, tu…tu, tu…tu, tu…). 
El tío Óscar que es un buen tipo, hermano de su mamá, un burrero viejo, apostador, le gustan las carreras de caballos del Derbi, del Ascol, le dice: “¡ah qué bueno!, y… ¿cómo se llama tu caballito?”. 
-Bueno tío, eh… no tiene nombre, pero verá usted, va variando, la semana pasada se llamaba Sansovino. 
El tío Óscar se queda muy extrañado, y le dice:  
-¡Qué raro sobrino!, así se llama el caballo que ganó el premio Ascol la semana pasada, Sansovino. Quieres decirme Paul, ¿cómo sabes esos nombres?, ¡qué coincidencia tan grande!, ¿cómo sabes tú de carreras de caballos? 
-Bueno tío, verá, siempre hablo de carreras con Basil, el jardinero de la casa, con él hablamos mucho de carreras. A veces estoy seguro del caballo que va a ganar… 
Por alguna extraña razón, el tío se da cuenta que le dice la verdad. 
-Mira…-le dice el tío- ¿tendrás algún dato de quién ganará la carrera esta semana? Digo…ja ja… yo que sé de estas cosas, uno nunca sabe quién va a ganar. Quiero que me digas qué caballo va a ganar en el Lincoln Chart. 
-Tío, no se lo digas a nadie pero el caballo que va a ganar es Dáfovil. 
-¿Dáfovil?... es un caballo de cuarta categoría, flacucho, debilucho, ¡pero bueno!, a lo menos acertaste que ese caballo participará esta semana, por esta única vez te voy a creer. 
El tío se lo lleva al Premio Lincoln Chart y Dáfovil ganó de punta a punta, el chico ganó $100, 000. Ahí es cuando el tío se asusta y le dice: 
-¿Qué pensarás hacer con el dinero? 
-Bueno, le vas a dar a un abogado $90,000 y que se las hagan llegar a mamá en su cumpleaños, pero que no sepa que soy yo, le vamos a hacer creer que algún pariente lejano y desconocido que murió le ha dejado ese dinero como parte de una herencia. 
-Como quiera hijito, ¡total!, el dinero es tuyo. 
Efectivamente, el tío Óscar hace una jugarreta con el abogado, y le llega un sobre a la madre, el día de su cumpleaños, que era la sorpresa que le quería dar Paul, que por una vez en la vida se pusiera contenta, ¡$90, 000! El chico sabía cuál era el sobre del abogado, estaba muy quietito, en la mesa del cumpleaños de la mamá, se hacía el tonto, lo miraba discretamente con mucho disimulo. La madre, abrió distraídamente unos cuantos sobres, cuando llegó al del abogado, lo abrió, lo leyó, y puso la cara estática, pasmada, helada. 
-Mamá, ¿no recibiste ninguna buena noticia para tu cumpleaños? 
-Sí…sí…se podría decir que recibí una buena noticia hijo-dijo en un tono atónito, patidifusa, como si estuviera muy lejos, en la nubes.  
Él se desconcierta muchísimo pero ocurre algo mucho peor que la actitud de su madre: las voces de la casa parecen volverse locas y decían: “Oh, oh, ahora hace falta más dinero que nunca, ahora sí, falta más, falta más, mucho más dinero, ahora sí, ahora es cuando hace falta más, más dinero que nunca, hace falta más todavía, todo el dinero del mundo, hace falta más dinero, hace falta más dinero, más, más, más…” 
Paúl se asusta muchísimo, no sabe qué hacer, estaba desesperado, él contaba con que ganando el dinero, de esa manera, su madre se iba a quedar conforme, que las voces se iban a callar para siempre y es al revés, se ponen histéricas las voces de la casa. 
Una noche, la madre sale a pasear, vuelve, y en la madrugada como a la una, en el cuarto de Paúl oye un ruido (…tu, tu…tu, tu…tu, tu…tu, tu…). Abre la puerta y el cuarto está oscuro, prende la luz y ve que Paúl está en su caballito de madera (…tu, tu…tu, tu…). 
-¡Mamá!, ¡mamá!, avísale a Basil, ¡Malabar!, ¡Malabar es el que va a ganar el Derbi mamá!, ¡Malabar!, ¡Malabar!, ¡es Malabar mamá!- y se cae del caballito. He aquí cuando la madre se da cuenta de que el niño se calcina de fiebre, pero era una fiebre tipo cerebral. Se corre el Derbi, y el chico está postrado en la cama, tirado, casi moribundo por la  fiebre y sube Basil, el jardinero: 
-¡Usted tenía razón, niño Paúl!, yo hice lo que usted me dijo, Malabar ganó de punta a punta niño Paúl, ganó el Derbi Malabar, ha ganado usted más de $900, 000, ¡yo hice lo que usted me dijo!, todo lo que usted me dijo. 
Entonces el niño reacciona de su fiebre, con los ojos rojos, como de fuego y festeja: 
-Mamá, $900, 000 mamá, ¡eso es tener suerte!, ¿no es cierto?, ¿no es cierto mamá?, ¿estás contenta?, ¡$900, 000!, ¡tengo suerte!, ¿no es cierto?, ¿no es cierto mamá que tengo suerte?, cuando yo subo al caballito de madera ahí sé, porque el caballito me lleva al lugar de la suerte mamá, él es nuestro amigo, nuestro amigo, ¿estás contenta mamá?, ¿se van a callar ahora las voces?, ¿eh?, ¿estás contenta?, ¡$900, 000!, el Derbi, Malabar… 
Esa misma noche Paúl murió… 
Mientras la pobre señora, agobiada por la reciente muerte de su hijo, se hallaba sola en la casa, seguía escuchando el eco infernal de las paredes: 
“Hace falta más dinero, hace falta más dinero, hace falta más dinero” 
Ella gritaba apesadumbrada… 
-Ya sé que hace falta más dinero, ambiciosas, ¡cállense!, ¡lárguense de aquí!, ¡no las soporto más! 
-¡Hace falta más dinero, hace falta más dinero, hace falta más…! 
-¡No, no, nooo!, ¡me aturden!, ¡váyanse ya!, ¡me están volviendo loca! 
-¡Hace falta más dinero, hace falta más dinero, hace falta más dinero! 
Vino el tío Óscar, vio a su hermana, y le dijo: 
-¡Qué horror Irmita!, has ganado $900, 000 y perdido un hijo. Más le valía a tu hijo Paúl dejar un mundo donde para ser un ganador tenía que subirse a su caballito de madera. 






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